Desde los inicios, una gran familia.

La historia de la Familia Salesiana comienza en la primera mitad del siglo XIX con la primera forma de Congregación, constituida por salesianos religiosos y cooperadores laicos, y con un modelo de espiritualidad: San Francisco de Sales.

San Juan Bosco, a lo largo de su vida, siempre tuvo necesidad de todos: en I Becchi, de una madre especial, de don Calosso, de todo un pueblo que, de diversas maneras, le ha ayudado. También en Chieri, en su adolescencia y juventud, necesitó de buenos amigos, como Luis Comollo y Giacomo Levi, llamado Jonás, de tanta hospitalidad y trabajo para poder estudiar. También en Turín, al inicio de su obra pastoral, necesitó de un santo sacerdote, don Cafasso, que le va marcando el camino, de la marquesa Barolo, de don Borel.

De tantos sacerdotes y laicos (aristócratas, simples trabajadores, comerciantes) que de diversas maneras han colaborado en la obra de los oratorios, de mujeres especiales como mamá Margarita y su hermana, la madre de Rua, la de Miguel Magone, la madre del canónigo Gastaldi, de los muchachos que le salvan la vida, de quien no se lo hubiera esperado, el ministro Rattazzi. Parece que el Señor haya dirigido a don Bosco con diferentes experiencias a lo que luego será su modalidad de trabajo: la colaboración.

En un escrito suyo describe la primera forma de Familia que luego llamó "Congregación salesiana"

 

"Para conservar la unidad se espíritu y disciplina, de la que depende el buen éxito de los oratorios, desde el año 1844 algunos eclesiásticos se reunieron para formar una especie de congregación ayudándose unos a otros con el ejemplo y con la instrucción. Aunque no se hicieron votos, sin embargo, en la práctica se observaban las reglas allí expuestas, es decir, las Constituciones salesianas que fueron escritas a partir de 1858".

 

Con ellos, reunidos en torno al sacerdote Bosco e inspirados en San Francisco de Sales, también colaboraban cristianos laicos, hombres y mujeres para el bien de los jóvenes de los oratorios de la ciudad.  La Congregación, instituida al principio bajo una única forma de agregación, fue desde 1859 organizada en dos categorías: la compuesta por salesianos religiosos de la Pía Sociedad de "San Francisco de Sales" (1874) y la otra por laicos comprometidos en la obra educativa de los oratorios bajo el nombre de "Pía unión de Cooperadores Salesianos" (1876). Los Cooperadores, apoyando a los religiosos con estrecha colaboración en la misión educativa y evangelizadora.

En 1871 don Bosco anunció al "Capítulo superior" la intención de instituir una nueva Congregación que se ocupara de la juventud femenina. El Instituto Hijas de María Auxiliadora se formó durante el verano de 1872 y Dominica Mazzarello fue la primera superiora. Esta vez se trataba de religiosas, con votos canónicos y cuya misión sería similar a la de los salesianos religiosos.

 

La Familia salesiana con tres ramas (religiosos, religiosas y cooperadores) fue creciendo con esfuerzo durante los años que precedieron a 1877. Entre 1874 y 1876 don Bosco multiplicó sus esfuerzos para garantizar también a los laicos el lugar que, según él, les correspondía en la Congregación salesiana. Elaboró varios manuscritos difundidos por la prensa: Unión Cristiana (1874), Asociación de obras buenas (1875), Cooperadores salesianos (1876).

 

Ahora la fraternidad entre los salesianos, salesianas y cooperadores era tangible y estrecha alrededor del Superior de la Congregación, reconocido en el centro de su sistema estructural. Perseguían los mismos fines morales (santificación) y sociales (servicio apostólico particular) según los valores y un programa puesto en común en la medida en que el estatuto, religioso o no de cada uno, lo permitía. La colaboración estaba asegurada sobre todo por un sistema de estructuras de comunicación y de gobierno, sobre el que don Bosco velaba con una atención particular. El Boletín salesiano fue un gran instrumento de cohesión y de unidad. Las conferencias de los Cooperadores, aproximadamente dos al año, ejercían, en principio, esta función. La información familiar debía circular no solo del superior al Cooperador, sino también viceversa.

La muerte de don Bosco fue, sin duda, un momento delicado para la Familia Salesiana. Con ocasión de los funerales, don Miguel Rua, primer sucesor, se dio cuenta de que el fundador dejaba tras de sí no solo una gran admiración entre la gente, sino también una herencia institucional que llamamos Familia Salesiana. De hecho, junto con los salesianos y las FMA, reaccionaron profundamente también los cooperadores y los Exalumnos. El papa León XIII confirmaba a don Rua a la cabeza de la Congregación como legítimo sucesor y, también, todos los grupos de la familia aceptaban esta elección. El Papa lo trató como representante de todos los grupos: "Sí, de buen grado y de corazón os bendigo a vosotros, a vuestros hermanos, a las FMA, a vuestros buenos cooperadores y cooperadoras y a todos los que os importan".

Desde el primer sucesor de Don Bosco hasta hoy, un vasto movimiento de personas se ha reunido bajo el carisma de la Familia Salesiana. En 2021 hay 32 grupos de religiosos y laicos que en el mundo continúan la misión pastoral de San Juan Bosco: la salvación de la juventud y de los más necesitados.

 

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